miércoles, 13 de agosto de 2025

LA LITERATURA CURA EL CUERPO Y EL ALMA

 

SUELI CLARET 

LA LITERATURA CURA EL CUERPO Y EL ALMA 

 Hace un tiempo pude realizar el sueño de presentar al público mi primer romance JUNTO AO FOSSO DO QUILOMBO, un libro que trae una historia de amor donde los protagonistas revisitan sus vidas pasadas al mismo tiempo que ocurrió el terrible masacre del Quilombo del Rey Ambrosio, una figura histórica que fue capturado muy joven en el norte de África y traído como esclavo para Brasil. Era un hombre inteligente y sus leyendas aún siguen presentes en la memoria de la gente de esa región.


Ya había participado antes de algunas antologías, escrito algunos sonetos y cuentos, pero la experiencia de escribir una novela es muy distinta. Es algo mágico. Es como si cada uno de los personajes levaran algo de nosotros o de alguien que alguna vez haya cruzado nuestro camino.

Y durante la fiesta de presentación del libro, promovida por la Academia Ibiaense de Letras, entidad de la cual tengo el honor de hacer parte, propusimos la siguiente reflexión: ¿Cómo va nuestra lectura?

¿Qué estamos leyendo? ¿Qué clase de contenidos permitimos que se adentren en nuestra alma?

Que la gente en general aún lee muy poco es un hecho y en todas partes los jóvenes prefieren malgastar su precioso tiempo en las redes sociales y se ha perdido mucho el gusto por un buen libro. Y peor, lo más grave no es la cantidad, sino la calidad de nuestra lectura.

Pienso que los libros deben, además de nos regalar el placer de distraernos con personajes interesantes, tramas ricas, deben también nos hacer pensar, reflexionar sobre cuestiones importantes de la existencia.

Una buena lectura es una terapia que alimenta nuestra alma. Entonces, así como debemos cuidar de la calidad de los alimentos que ingerimos, buscando calidad para una nutrición adecuada, debemos cuidar también de los alimentos del alma.

Y la lectura tiene ese poder. “Los buenos libros dejan algo en nosotros, nos dejan semillas, referencias, vocabulario, historia” …

“Culto no es el que lee mucho, sino el que sabe lo que lee, que conoce las buenas obras, que las estudia en profundidad, que es capaz de interpretarlas, de descubrir el sentido profundo de las palabras”.

Los buenos libros dejan marcas en nosotros, nos hacen viajar por tierras que nunca hemos visitado, conociendo personajes, culturas, lugares increíbles y nos hace reflexionar en las ideas del autor.

La buena lectura es una terapia de higiene mental y excelente antidepresivo. Por eso busquemos libros que nos traigan estímulo, aliento, que nos ayuden, invitándonos a mejorar, a soportar y a seguir adelante con coraje.

Libros cuyo mensaje inunde nuestros pensamientos de fuerza y nos ayude a superar los desafíos de cada día. Las redes sociales casi siempre están en frecuencias negativas, pesimistas, rencorosas y materialistas, por eso busquemos páginas que renueven nuestra alma, llenándonos de coraje, tranquilidad y confianza, invitándonos a mejorar a nosotros mismos, a tener paciencia y a seguir siempre adelante.

Cierta vez leí que durante la segunda guerra en el campo de Auschiwitz, había el bloque 31, que albergó a cerca de quinientos niños. Allí tenían bien escondida bajo una tabla del solo una minúscula biblioteca con algunos pocos ejemplares de libros en francés. Eran tan bien escondidos que aunque los guardias pisaran o golpearan las tablas, no sonarían a hueco. Nada hacía sospechar que hubiera un pequeño escondite debajo de las tablas.

Constaba de ocho libros, entre ellos, Una breve historia del mundo, de H.G. Wells, un libro de texto de ruso y otro de geometría analítica. Era una preciosidad muy bien cuidada y protegida por una chica de 14 años que los tenía junto con otros tesoros como medicinas y algo de comida. Desgastados, con los bordes enrojecidos por la humedad, algunos mutilados, aquellos libros eran un tesoro y eran cuidados como si también fueran supervivientes frágiles y valiosos. Tenían una importancia inigualable. “Sin ellos, la sabiduría de siglos de civilización podría perderse. Registraban la técnica geográfica que permitía saber cómo era el mundo; el arte de la literatura, que multiplica por decenas la vida deunlector; la gramática quepermitía tejerlos hilos dela comunicaciónentrelas personas.”
Había una única mujer que sabía leerlos y contaba y recontaba a los demás la historia del Conde de Montecristo¡ Qué preciosidades!
Mientras estaban absortos escuchando las historias narrada, los niños eran felices, dejaban volar la imaginación y se olvidaban que estaban presos en un lugar lleno de insectos, hambrientos y lejos de sus familias. Se olvidaban del miedo y dejaban de oler la carne quemada que salía de los crematorios. En aquellos momentos mágicos podían soñar con la libertad y con la felicidad…

* * *


La cultura es tan necesaria a la supervivencia humana como el pan y el agua pues solo ella es capaz de alimentar y saciar el alma. Trae luz a la oscuridad y nos da otra visión más clara de lo que hay alrededor de nuestra vida. Sin cultura la historia muere. Hay que conocer el pasado para que comprendamos mejor el presente y el futuro.

“Si el hombre no se conmueve ante la belleza, si no cierra los ojos y pone en marcha los mecanismos de su imaginación, si no es capaz de hacerse preguntas y vislumbrar los límites de su ignorancia, no es una persona.”

(Inspirado    en    textos    da Redacción    del    Momento    Espírita,    con    base en datos del libro A bibliotecaria de Auschwitz, de Antonio G. Iturbe, ed. AGIR. El 18.12.2023).